En un mundo marcado por la fragmentación y la incertidumbre, la participación activa de los países en organismos multilaterales cobra una relevancia renovada. La incorporación de Argentina a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) no solo representa un hito diplomático, sino también una apuesta estratégica por el desarrollo sostenible y la proyección internacional del país.
Argentina forma parte de la UNESCO desde 1946. Sin embargo, lejos de ser una membresía simbólica, su participación ha ido cobrando fuerza en los últimos años, con una creciente presencia en comités y programas clave del organismo. Este compromiso implica abrazar los valores universales que promueve la UNESCO, como la preservación del patrimonio cultural y natural, el acceso equitativo a la educación, la libertad de prensa y el impulso de la ciencia como motor del progreso humano.
Desde los glaciares de la Patagonia hasta las misiones jesuíticas de Misiones, Argentina ha sabido destacar en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad. Uno de los ejemplos más notables es el Qhapaq Ñan, la red vial andina construida por los incas, que atraviesa seis países sudamericanos y fue declarada Patrimonio Mundial en 2014. En el departamento Iglesia, en la provincia de San Juan, se conservan tramos fundamentales de este sistema ancestral. Allí, en plena Reserva de Biósfera San Guillermo, el camino se abre paso entre montañas y valles, testimoniando no solo la ingeniería incaica, sino también la integración cultural y económica que caracterizó a los pueblos prehispánicos.
Estos tramos del Qhapaq Ñan en Iglesia no son solo vestigios arqueológicos: son parte viva de la identidad local. Representan un puente entre el pasado y el presente, y su conservación permite a las comunidades revalorizar sus raíces, fomentar el turismo cultural y fortalecer el sentido de pertenencia. La inclusión de estos sitios en la lista de la UNESCO no solo protege su integridad, sino que también proyecta a la región en el escenario internacional como custodio de un legado compartido por toda América del Sur.
La reciente elección de representantes argentinos en órganos como el Consejo Ejecutivo o el Comité de Patrimonio Mundial honra la confianza internacional en el país y lo posiciona como un actor relevante en la definición de políticas globales. En un contexto donde las narrativas del aislamiento ganan terreno, Argentina elige el multilateralismo como brújula.
En definitiva, la integración activa en la UNESCO es una oportunidad histórica para que Argentina fortalezca su identidad en el concierto de las naciones. No se trata solo de recibir reconocimiento, sino de asumir responsabilidades compartidas y contribuir, desde el sur del mundo, a la construcción de una sociedad global más justa, educada y consciente de su diversidad.