
Cuentan los vecinos del barrio San Luis, que una mujer maldita caminaba por las calles arrastrando sus cadenas, los ruidos y los llantos de la mujer eran aterradores, se escuchaban todas las noches de luna llena, y eso solo significaba una cosa, se acercaba lo peor…
Hace muchos años, cuando el pueblo tenía escasos habitantes, que se dedicaban a la ganadería para poder sobrevivir, sus carres eran angostas y oscuras, solamente pobladas tres cuadras de punta a punta, la luz era casi nula y la plaza estaba alambrada por los animales sueltos que comían y pisoteaban las plantas de la misma.
La única calle era la avenida Santo Domingo, que terminaba yéndose para Las Flores, donde se veía una loma muy alta donde en la punta se divisaba el santuario del gauchito Gil, cuentan los pueblerinos que pasando la media noche, cuando el silencio invadía en las calles del pueblo, un sonido aterrador muy parecido al llanto de una mujer, bajaba de la loma una mula negra brillosa, totalmente ensillada con aperos finos, con un freno que se destacaba por los detalles de oro y bronce.
El animal tenía los ojos rojos y las pupilas dilatadas, bajaba al trote por la calle, hasta el centro, al llegar ahí tomaba para el barrio San Luis, cuando se aproximaba los lamentos se escuchaban cada vez mas fuertes, y buscando la puerta del primer rancho, se paraba en dos patas con bravos movimientos, según dicen, allí vivía una mujer que practicaba la magia negra. Luego de este acto, continuaba su loco recorrido hasta el cementerio donde sus lamentos eran cada vez mas bajos y se perdían como en la nada.
Cuando el animal pasaba, los perros se enloquecían en llantos y los caballos se escapaban del lugar con fuertes relinchos. Algunos paisanos, en rueda de fogones, comentaban que en cada relincho, el Alma Mula tiraba “fuego por su boca” como si de un demonio se tratase.
Se rumorea por las calles que un hombre del pueblo desafío a sus otros amigos que se le acercaría y trataría de domarla, para ello la espero una noche, bien pasado de copas y la enfrentó. Nunca pudo recordar lo que pasó, solo amaneció durmiendo en un corral lejos de su casa.
Otros afirman que a quienes se le acercaba, el animal insistía con movimientos para que le saquen su freno y dejar su boca libre para poder acechar a sus presas. Por su apariencia y constantes visitas al cementerio en las noches de luna llena, el pueblo la llamaba “El alma mula”.
Los vecinos insistieron para la creación de un puesto policial que se logró poco tiempo después, para protegerse de la criatura. Cuando había noches de luna llena los policías haciendo guardia, temblorosos esperaban su recorrido, pero esta no pasaba, dicen que era porque llevaban una cruz en el birrete y además fueron con rosarios bendecidos, enviados desde la Iglesia.
La comunidad estuvo convulsionada por la aparición de este “demonio” durante mucho tiempo y su efecto se demostraba porque al bajar el sol, las calles estaban desiertas, todos estaban encerrados en su casa rezando temblorosos.
Un buen día llegó un cura que invitó a todos los pueblerinos a la loma de donde aparecía el alma mula, allí rezaron con fe y regaron con agua bendita el recorrido que hacia el temible animal pidiendo que regresara a los designios del mal de donde se habría escapado.
Desde ese momento, el alma mula, es solo un recuerdo de la presencia de algún espíritu maligno que quedará marcado toda la vida y solo Dios sabe porque razón, visitaría este tranquilo pueblo iglesiano.