
El 25 de mayo de 1810 no fue solo un día de rebelión, fue el inicio de una nueva identidad, una voz propia que resonó en las calles de Buenos Aires y que marcaría el destino de lo que hoy es Argentina. En el Cabildo, tras días de incertidumbre y presión popular, el Virrey Cisneros fue destituido y se estableció la Primera Junta de Gobierno. Pero más allá de los hechos políticos, aquel día representó el despertar de un pueblo que se negaba a seguir bajo dominio extranjero.
Los ecos de la Revolución de Mayo siguen vivos, no solo en la historia que se estudia, sino en la esencia de quienes creen en la autodeterminación, en la justicia y en la construcción de un país forjado por sus propios ciudadanos. Recordar esta fecha es celebrar el valor de aquellos que, sin certezas, dieron el primer paso hacia la independencia. Hoy, más de dos siglos después, el espíritu de aquel mayo de 1810 sigue siendo un recordatorio de que la libertad no es un regalo, sino una conquista constante.
Que cada 25 de mayo no solo sea una conmemoración, sino un llamado a la reflexión sobre el futuro que queremos construir. Porque la historia no es solo pasado, sino el cimiento de lo que vendrá.