
Cuentan los ancianos del pueblo de El Sauce que, cada luna nueva, se escucha un silbido extraño bajando desde el monte que bordea la aldea. No es el canto de un ave ni el viento entre los árboles: es un silbido humano, largo, agudo, y con un ritmo que parece seguir los latidos del corazón.
La historia comienza hace más de cien años, cuando un joven llamado Mateo se internó en el monte para buscar leña. Nunca volvió. Algunos dicen que lo atacó una jauría de lobos; otros, que se perdió y murió de frío. Pero su madre aseguraba que lo habían escuchado silbar justo antes de desaparecer, como si avisara que algo lo acechaba.
Desde entonces, cada vez que alguien escucha el silbido en el monte y no se tapa los oídos, desaparece antes del amanecer. Lo más escalofriante es que quienes sobreviven afirman que el silbido no viene del monte… sino desde dentro de sus propias casas.
Y aunque nadie ha visto al Silbador, todos saben que si lo escuchás demasiado cerca, ya es demasiado tarde.