En el contexto actual en el que vivimos, donde la sobre exposición a las pantallas se vuelve parte integral de nuestras vidas cotidianas, me surge una profunda preocupación acerca del efecto o la posible correlación que este moderno fenómeno puede llegar a tener en nuestras vidas y en especial en de nuestros jóvenes.
Yo no soy psicólogo, psiquiatra ni especialista en ninguna materia de salud mental. Soy simplemente un docente de escuela secundaria y padre de tres jóvenes. Lejos estoy de poder determinar cuáles puedan ser las causas concretas que están elevando con en correr años el grado de violencia entre los jóvenes, la tasa de suicidio y el aumento de la depresión.
No obstante, quiero compartir algunas reflexiones y exhortarlos a que examinen estudios y publicaciones (llevados a cabo por expertos en la materia de salud mental). Creo que todos podemos coincidir que frente a una crisis de salud mental de gran magnitud no hay una sola raíz. Lo más probable es que haya muchos factores coalicionados para desestabilizar la vida de una persona como para llevarla a tomar decisiones tan extremas y antinaturales como quitarse la vida, dañarse o infringirse dolor a sí mismo o causar dolor a los más vulnerables (tal como en el caso de esta semana en una escuela en Córdoba donde abusaron de un chico con autismo). Es por eso que intentar desovillar esta madeja sin conocer los casos particulares y sin ser un entendido sería una acto irresponsable y soberbio de mi parte. Pero si me gustaría simplemente darle luz a un tema en particular que posiblemente se pase por alto o se desestime. Y no quiero con esto ponerme en la posición de profetizar o instruir a nadie, muy por el contrario, lo comparto como una reflexión sobre algo que como padre y docente siento que debe ser visualizado y tomado en cuenta.
Aunque no se considere como causante directo o principal de estas tragedias o crisis, la exposición desmedida a las pantallas, redes sociales e internet debería ser al menos considerada una pieza más del trágico rompecabezas. Especialmente considerando que los Trastornos más frecuentes de salud mental son: Ansiedad – Estados de ánimo – Depresión – Alcoholismo , abuso de sustancias, adicciones a juegos, etc (UBA APSA OMS MSAL – 2015)
Al no hablar, leer e investigar de estos temas pareciera que el elefante está sentado en la sala, pero nadie lo quiere ver, este es un dicho en inglés “The elephant in the room”, que se usa cuando nadie quiere hablar de alguna verdad obvia que está frente a todos.
De este modo, los insto a prestar atención y considerar los siguientes temas y a tomarse un tiempo y hacer una búsqueda seria en la literatura y estudios para que no se nos pase por alto. Aunque más no sea copien y peguen algunos o todos estos temas y hagan su propia lectura en una búsqueda de Google.
- La relación entre depresión y el uso de redes sociales
- La relación entre depresión y la exposición a las pantallas
- Patrones de sueño y depresión causado por el uso de redes
- Daños psicológicos en *las* adolescentes por el uso de Instagram
- Como afecta a los niños pequeños el uso de celulares
- ¿Cuántas horas por día de recomienda estar frente a una pantalla por edades? (esto incluye todo tipo de pantalla, celulares, tablets, PC, netbook, notebook, TV)
- Nuevas adicciones, internet, video games, redes sociales, gambling
- Redes sociales fuente de ansiedad y baja autoestima
Siento que todos somos víctimas directas o indirectas de estos fenómenos contemporáneos. Sin embargo, son nuestros niños y jóvenes, quienes han nacido después de los 90, quienes no han conocido otra realidad que no sea mediada por una pantalla de una u otra manera.
Muchos de ellos literalmente se han criado con un celular en una mano y una Tablet en la otra. Si se toman un tiempo en investigar este fenómeno de la exposición a las pantallas, fenómeno que tomó a nuestra generación ya casi con 20 o 30 años de vida, verán que no es algo para subestimar.
Hablamos frecuentemente de la importancia de dialogar con nuestros hijos e hijas, y claro que es importante, pero que tanto podemos afectar sus opiniones y emociones con una charla de 30 minutos o una hora quizás una vez por semana, cuando por la otra oreja están escuchando “influencias” de todo tipo por horas y horas a diario. Yo suelo preguntar de vez en cuando en mis clases a los chicos, cuántas horas han dormido, cuánto tiempo pasan a diario con las redes sociales, cómo se sienten con el uso de las redes, si duermen con el celular en la cama, etc. Y las respuestas en algunos casos son alarmantes. El abuso de manera sostenida y no monitoreada no puede tener un buen puerto en mi humilde entender. Muchos de nosotros, adultos formados y con criterio, a menudo nos vemos víctimas del abuso de las pantallas.
Personalmente he pasado noches hasta las cuatro de la madrugada enganchado con una serie de Netflix y en otras ocasiones simplemente mirando reels de Instagram. No me cuesta mucho ponerme en la piel de una jovencita o un niño… Aunque en verdad nunca me puedo terminar de poner en la piel de ellos, porque su grado de vulnerabilidad, su falta de madurez y desarrollo psíquico y físico es muy diferente al mío y por lo tanto es muy posible que su grado de autocontrol sea también diferente.
Estamos en una batalla desproporcionada, una guerra diría, en la cual estamos a la deriva. Las escuelas, el estado, las empresas equipan a los chicos con más y más maquinitas con el argumento que es para estimular el aprendizaje. Sin embargo, nosotros vemos a diario como solo sirven para distraerlos e idiotizarlos. Lo triste y alarmante es que lo que aquí estoy sugiriendo es que esto no es solamente una fuente de distracción sino más bien una entrada a la soledad, a la falta de comunicación verbal, a la obesidad, a la depresión, a la ansiedad, a la baja autoestima, al atrofio del cuello y la vista, a la falta de atención, a la exposición a la pornografía explícita a temprana edad, a la mercantilización del individuo, al exitismo, a la pérdida de la lectura, a la manipulación, y la lista sigue.
Ante la tremenda dimensión del acto más desgarrador, que es cuando un estudiante se quita la vida, creo que entre todas las medidas que podamos tomar, debemos también alzar armas contra este enemigo común. Debemos comenzar a conversar mucho más al respecto. Siento que debemos empezar a tomar dimensión de lo que todo esto representa para nuestros niños y jóvenes y abordarlo de manera unida entendiendo que de un lado de las pantallas hay miles de ingenieros, empresarios e ideólogos trabajando incansablemente y con muchísimos recursos para que todos nos volvamos cada vez más dependientes y adictos a estas tecnologías y de este lado de la pantalla nosotros como entes pasivos viendo como la tragedia se despliega frente a nuestros ojos y no solo sin objetar nada, sino incluso, exaltándola y hasta pagando para ser parte de la misma. Una decisión un tanto radical pero no menos beneficiosa sería restringir completamente el uso de los celulares durante todo el período escolar. Ayudando tanto a los estudiantes como a los docentes, que dicha medida no es un castigo sino una oportunidad de poder liberar nuestra mente del bombardeo de distracciones por unas cuatro o cinco horas.
Insto a la consciencia y al raciocinio de cada uno a informarse en profundidad sobre este fenómeno que obviamente nos está desbordando. No quise poner enlaces a los temas propuestos arriba para que cada uno pueda encontrar las respuestas por sí mismo. La respuesta a todo esto no es fácil, la salida mucho menos… existen beneficios y perjuicios en el uso de estas tecnologías, pero no cabe duda, es algo que nos afecta a todos por lo que es un verdadero “DILEMA SOCIAL” (Dilema de las Redes Sociales traten de ver ese documental en Netflix).
Si llegaron al final de estas palabras, les agradezco no solo su atención, sino también su preocupación por estos temas, porque de otro modo no hubieran completado su lectura.
Con afecto para nuestra comunidad educativa y en especial a nuestros jóvenes,



